De nombre oficial Alonso Enríquez de Guzmán y Orozco, conde de Castronuevo y marqués de Quintana (Vélez-Málaga, 9 de junio de 1931 – Málaga, 30 de julio de 1692), según el acta bautismal era hijo legítimo y natural de don José Enríquez de Guzmán y de Porres (1), marqués de Quintana y gentilhombre de cámara del rey Felipe IV, y de doña Constanza de Orozco, dama de la reina Isabel de Borbón. Sin embargo, la realidad era bien distinta: el niño fue fruto de los amores del Rey Planeta con la citada dama.
Precipitadamente, por voluntad real y previo acuerdo bien recompensado con don José Enríquez, se convino el matrimonio de éste con doña Constanza, encubriendo así, al menos en apariencia, el verdadero rostro de las cosas. La boda se celebró, y Alonso retuvo para sí el apellido Enríquez.
Pero, ni a los curiosos ni al pueblo, convenció la versión oficial. Antonio de Lorea, que escribió una “Historia de la provincia dominicana de Andalucía”, recogía la siguiente frase: “Los curiosos ociosos de España dijeron que fue este caballero [don Alonso Enríquez] hijo del señor don Felipe IV, monarca de España”; y en otra frase comentaba que el vulgo “lo miró con veneración y respeto, cosa a la que fácilmente se persuadieron por la semejanza en el rostro, el color del cabello, y la condición, generosidad, compostura,...”. Y es que observando el retrato que de él realizó Juan Bautista Maíno (véase imagen superior), hoy conservado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona), salta a la vista, como bien había apreciado el pueblo, el parecido entre don Alonso y su verdadero padre biológico, el rey Felipe IV.
Su controvertido origen, debido a la presunta filiación regia, a pesar de las opuestas apariencias documentales, dio lugar a que la mácula de su ilegitimidad se airease velozmente por la Península Ibérica y traspasase las fronteras para extenderse por todas las cortes europeas y llegase a la misma Curia Romana. La correspondencia entre el nuncio Cesare Monti y el cardenal Barberini, conservada en el Archivo Vaticano, donde se recogen los galanteos entre el monarca y doña Constanza de Orozco, arroja mucha luz sobre este tema (2), Hoy día, los historiadores no dudan en atribuir la paternidad ilegítima a Felipe IV.
Por la acelerada muerte de su supusto padre en 1632, y dos años después, la de su madre (1634), la crianza del infortunado niño de apenas tres años de edad, corrió a cargo de los abuelos paternos, condes de Castronuevo, y una vez desaparecidos éstos (1636) (3), su educación fue confiada a fray Antonio Enríquez de Porres, hermano del abuelo paterno y obispo de Málaga desde 1634 quien, al ser nombrado virrey de Aragón en 1640 (llegaría a Zaragoza en junio de 1641) (4), encomendó a su sobrino bajo el cuidado de ayos y maestros en el malagueño palacio episcopal, el cual fue formado en latín, retórica y teología.
Parece ser que tras la muerte del príncipe Baltasar Carlos en 1646 Felipe IV intentó por todos los medios legitimarlo y traerlo a la Corte (5), sin embargo, don Alonso siempre se negó a ello, negando igualmente su filiación regia.
Muerto su tutor y “tío” en 1648, cuando don Alonso contaba diecisiete años, éste decide abrazar la vida religiosa como modo de detener el manifiesto empeño de Felipe IV en legitimarlo como su hijo. En este sentido el joven aristócrata escribía a fray Juan de los Ángeles, padre provincial de la Bética (6) por la Orden de Predicadores, en los siguientes términos: “Sabrá Vuestra Paternidad Muy Reverenda quién soy yo, y cuan aficionado a la Religión…Yo he oído 15 materias de Teología con el fin proponendo; mal estoy en ellas; aunque he estudiado con cuidado, y en fin digo que ha más de un año que deseo ser religioso…y si esto no consigo, me condeno a los infiernos. 22 de agosto. Pro nunc El Conde de Castronovo, Marqués de Quintana; pro tunc Fray Alonso Enríquez” (6).
Los datos que proporciona esta carta reflejan un perfil complejo y atormentado, cuando tomó la decisión de abrazar la vida religiosa, motivado por el drama de su existencia. Huérfano de padre y madre, sobre el joven aspirante a dominico pesaba como una losa el drama de su más que supuesta paternidad regia, que él se negaba a aceptar, amparado en la presunción de ser hijo legítimo de los marqueses de Quintana. Falto de cariño hogareño, probablemente tuvo que enfrentarse igualmente al asedio femenino, acrecentado por su conocido linaje regio. El calor familiar lo encontró en la Orden de Predicadores, cuando trabó amistad con el dominico fray Antonio Delgadillo. Fue ese el momento en el que acopió valor suficiente para enfrentarse a la realidad, cortando de forma tajante con su atormentado pasado. Finalmente la toma de los hábitos tuvo lugar el día 29 de abril de 1648 en el convento de Santo Domingo de Málaga, donde don Alonso eligió el sobrenombre de Santo Tomás como una manera de trazar su modelo para su vida religiosa: vida espiritual, sistema escolástico y armonía de los postulados filosóficos con la Revelación.
Al conocer Felipe IV este hecho hace un último intento antes de que pronuncie los votos, por lo que el 5 de mayo del mismo año, el nuncio expide un buleto por el que el joven es sacado del convento y encerrado en su palacio. Intervienen en el intento de disuasión el Marqués de Mortara, el gobernador de la ciudad, el provisor y un enviado especial de la Corte, don Francisco de la Hoz, Maestre de Campo y Caballero de Santiago. Enterado el Rey de la inutilidad de sus esfuerzos mandó, por fin, que se dejase en paz al muchacho en el convento.
Según afirma Deleito y Peñuela en su libro “El Rey se divierte”: “...el Monarca estimó mucho a Fray Alonso, al cual don Juan de Austria trató como hermano y dio título de tal según las relaciones de la época...”.
Tras la toma de los hábitos fray Alonso prosigue su formación intelectual en los conventos de Santa Cruz la Real de Granada y San Pablo de Sevilla , donde impartió su magisterio como preceptor de frailes novicios y lector de Artes. En la ciudad hispalense será ordenado sacerdote antes de la edad canónica.
En 1655 regresa a Málaga y es elegido como prior del convento de Santo Domingo por los frailes. Tres años después, el 11 de mayo de 1658, la provincia dominicana de Andalucía reunida en Códoba elige a fray Alonso como provincial de la dicha provincia no sin polémica debido a la juventud del mismo por lo que el asunto llegó incluso a Roma, donde el cardenal Barberini, presidente de la Sagrada Congregación de Regulares, mandó investigar el caso al obispo de Códoba, don Francisco Alarcón, quien resolvió a favor del regio bastardo.
En 1661, Felipe IV, que nunca olvidó a quien sabía era su hijo, presentó a Roma a fray Alonso para el obispado de Osma. Su consagración, la primera que tuvo efecto en esta ciudad, se celebró en la iglesia del convento de Santo Domingo el Real, en 16 de abril de 1662. Toda la ciudad celebró este nombramiento por lo querido que era por todos y por los beneficios que había recibido aún siendo sólo prior y provincial de la Orden de Santo Domingo.
A pesar de su nombramiento como obispo presidió el capítulo provincial de Andalucía. Partió a Osma y entró el 9 de junio de 1662, llevando a cabo su juramento al día siguiente. Gobernó aquella Iglesia hasta el año 1664 en que fue presentado a la de Plasencia, de la que tomó posesión el 7 de junio de 1664. En ese mismo año, Felipe IV le presentó para la mitra de Málaga de la que tomó posesión el 15 de diciembre.
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Fuentes principales:
* Aniz Ariarte, Cándido y Hernández, José María: “Santo Domingo, canónigo de Osma: la presencia dominicana en la diócesis de Osma”. Salamanca, 1997.
* Bravo Caro, Juan Jesús: “Fray Antonio Enríquez de Porres, Obispo y Virrey por la gracia de Felipe IV”. Baética: estudios de arte, geografía e historia. 2008.
* Gil Sanjuán, Joaquín: “La sinceridad de fray Alonso de Santo Tomás, obispo de Málaga, cuestionada por Antoine Arnauld”. Baética: estudios de arte, geografía e historia. 2006.
* Reder Gadow, Marion: “Un obispo carismático: Fray Alonso de Santo Tomás. Fundación de la Capilla de San Andrés y Casa Pía por los hombres de negocios de los Estados Generales y Ciudades Hanseáticas”. Isla de Arriarán: revista cultural y científica. 1998.
Notas:
(1) Otras fuentes consultadas también se refieren a él como José Enríquez Porras de Guzmán. En Aniz Iriarte, Cándido y Hernández, José María: “Santo Domingo, canónigo de Osma: presencia dominicana en la diócesis de Osma”. 1997.
(2) Gil Sanjúan, J. y Pérez de Colosía Rodríguez, M° I: “Fray Alonso de Santo Tomás, aristócrata y obispo”. En “El esplendor de la Memoria. El Arte de la Iglesia de Málaga”. Málaga, 1998, pags. 47 a 52.
(3) Archivo Catedral de Málaga, leg. 1031, nº 2, Actas Capitulares, 22, fol.390r. Málaga 7 de mayo de 1639. El cabildo de la catedral acordó hacer las honras por el conde de Castronuevo, hermano del Obispo.
(4) Bravo Caro, Juan Jesús: “Fray Antonio Enríquez de Porres, Obispo y Virrey por la gracia de Felipe IV”. Pag. 20.
(5) A modo de recordatorio señalemos que don Juan José de Austria había sido legitimado por Felipe IV en 1642, por lo que desconozco cuales podían ser las intenciones para esta segunda legitimación, más aún cuando jamás quiso reconocer a don Juan el título de infante y, por tanto, otorgarle un futuro derecho a la sucesión de trono.
(6) Queirós, P: “Reseña histórica de algunos varones ilustres de la Provincia de Andalucía de la Orden de Predicadores”, Almagro, 1915, pag. 317.
(7) Otras fuentes consultadas también afirman que cursó estudios en Alcalá la Real y Salamanca. Móndejar, Francisco: “Episcopologio de la Diócesis de Málaga”.
(8) Pérez de Colosía Rodríguez, Mº I. y Pérez Rosa, J.A., .OP: “El marqués Alonso Enríquez de Guzmán, insigne dominico y obispo malagueño del siglo XVII” en “Homenaje a Antonio de Bethencourt Massieu”, tomo III. Las Palmas de Gran Canarias, 1995, pp.33-66.